Desde que la distribución Qwerty fue introducida a mediados del siglo XIX, tocar un teclado o una pantalla se convirtió en la forma estándar de interactuar con la tecnología digital, una tendencia que se acentuó con el auge de las pantallas táctiles a partir de 2007.

Hoy interactuamos con PC, tabletas y dispositivos no solo en nuestros escritorios, sino en una variedad de contextos diferentes. ¿Qué nos dice esto? Que contar con equipos tecnológicos dejó de ser un lujo y se convirtió en una necesidad, ya que la masificación de los computadores personales, tabletas y celulares inteligentes ha permitido a cada vez más personas, especialmente en países de Asia, América Latina y África, contar con una conexión a Internet a través de la cual no solo pueden comunicarse, sino trabajar, educarse, acceder a servicios estatales y entretenerse.

Según las últimas cifras disponibles de la Comisión de Regulación de Comunicaciones, CRC, a finales del año 2022 los abonados del servicio de telefonía móvil en Colombia superaron los 80 millones, con un aumento del 7,7% frente a 2021.

Los minutos cursados por cada línea en promedio fueron 387 para el cuarto trimestre de 2022, con una reducción del 23,4% frente al mismo trimestre del año anterior, mientras que se enviaron 12.000 millones de mensajes en el mismo período, 16,8% menos que los registrados en el mismo periodo de 2021. Los mensajes entre usuarios representaron el 2,7% del total de mensajes cursados.

No sorprende, entonces, que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), Colombia sea el segundo país donde los ciudadanos pasan más tiempo en el celular y que gasten en las redes sociales un promedio de nueve horas, por encima del horario de la jornada laboral. De este total, 4,1 se usan para navegar en plataformas como Instagram, Facebook, Twitter o WhatsApp.

Y aunque esto plantea retos para evitar la afectación de la productividad, que en nuestros países todavía muestra niveles inferiores a los de las naciones desarrolladas, no hay duda de que la masificación de la tecnología contribuye al cierre de cierre de brechas digitales y a su democratización, a medida que los dispositivos se vuelven más asequibles.

Oportunidades del mundo digitalizado

Según el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones, MinTIC, el Índice de Brecha Digital para Colombia fue de 0,400 en 2022, lo que representó una disminución de 0,011 puntos porcentuales frente al 2021 (este índice estima la brecha digital en un rango de 0 a 1, donde valores más cercanos a cero implican una menor brecha digital).

Esto quiere decir que, desde 2018, el país ha venido mostrando avances en el cierre de la brecha digital, con una disminución del 9% en el período 2018 a 2022. Las dimensiones de Aprovechamiento, Acceso Material y Habilidades Digitales para 2022 reflejan una disminución en las brechas, mientras que la dimensión de Motivación reflejó un aumento, lo cual puede explicarse por la falta de tiempo, la valoración social desfavorable de las TIC, una percepción de utilidad limitada e incluso tecnofobia.

Y aunque la rápida adopción de modelos lingüísticos como ChatGPT y Gemini plantea oportunidades para transformar la economía –a diferencia de los avances tecnológicos anteriores que afectaban principalmente a tareas ‘rutinarias’–, la IA alberga el potencial de automatizar tareas ‘no rutinarias’ de los trabajadores del conocimiento, como la formulación de políticas, la revisión, la reflexión, la codificación y la realización de actividades legales.

Esto, además de plantear el riesgo de exacerbar las tensiones sociales, como lo sugieren los expertos Bert Verhoeven y Vishal Rana en un artículo publicado en la London School of Economics (LSE), puede crear una nueva especie de brecha de la IA, en la medida en que amplios sectores de la fuerza laboral están sujetos a esta disrupción.

“¿Se convertirá el resto del mundo en colonias de datos algorítmicos para los países que dominan la IA ?”, se pregunta el autor Yuval Harari. Para evitarlo, los responsables de las políticas se enfrentan a un acto de equilibrio. Quieren cultivar el florecimiento de la IA y, al mismo tiempo, proteger a los trabajadores y consumidores de posibles daños.

De lo contrario, como lo dicen Verhoeven y Rana, tendrán que afrontar las repercusiones de una división permanente en materia de IA entre a) las personas que adoptan y aumentan la IA, y b) aquellos que simplemente son reemplazados, lo que podría enfrentarse a desempleo y pobreza a largo plazo.

Sin embargo, aunque algo similar ha ocurrido en el pasado con el auge de otras tecnologías disruptivas, esto no tiene por qué ser así. Intel prevé que entre 2024 y 2025 habrá en el mundo más de 100 millones de PC con IA que, a medida que empiecen a escalar, se volverán más accesibles. A esto se suma la disponibilidad de programas mundiales que buscan precisamente disminuir esa distancia en conocimiento en diversos segmentos de la población. Aquí podemos destacar iniciativas como ‘Skills for Innovation’, AI4Y (AI for youth) y ‘1000Mujeres IA’, que van más allá de la tecnología para disminuir la brecha digital y buscan democratizar el acceso a este tipo de herramientas y a su uso práctico en el ámbito laboral y productivo.

A ello habrá que sumar el trabajo mancomunado de gobiernos, las empresas y la sociedad civil para afrontar estos problemas de forma colectiva, invirtiendo en la formación del talento humano, ‘recapacitando’ a los trabajadores afectados para que puedan hacer una transición efectiva al nuevo mundo y priorizando (los gobiernos) el desarrollo de infraestructura digital, particularmente en las regiones desatendidas.

 

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