La marcha implacable de la Cuarta Revolución Industrial y la ola de desarrollos en materia de IA ocupan a menudo los titulares, pero rara vez se debate hasta qué punto sus alcances van más allá de procesadores más rápidos y algoritmos más inteligentes. En el contexto de empresas y negocios no es exagerado decir que estamos ante una remodelación fundamental de la fuerza laboral global.
En el frente de esta transformación se encuentra la inteligencia artificial (IA), una tecnología que ya no solo protagoniza titulares, sino que redefine industrias, modelos de negocio y, vale decir, que impacta incluso el mercado laboral global. Pero el verdadero reto va más allá de lo tecnológico: ¿estamos formando el talento necesario para liderar este nuevo paradigma?
En economías emergentes como la de Colombia, la urgencia de este interrogante no puede ser subestimada. La alfabetización digital básica ya no es suficiente. Lo que se requiere es una alfabetización en IA: jóvenes capaces no solo de usar ChatGPT o Midjourney como asistentes, sino de comprender sus principios, entrenar modelos, evaluar riesgos éticos y construir soluciones con impacto real.
La IA ya no es exclusiva de los centros de investigación o Silicon Valley. Se está democratizando. Y esa democratización, bien aprovechada, puede ser una palanca para el desarrollo sostenible y la competitividad regional.
El informe It’s Time for AI-nomics de IDC, comisionado por Lenovo, proyecta que el gasto global en IA por parte de líderes de TI podría casi triplicarse para 2025. Sin embargo, el retorno de inversión sigue siendo incierto, en buena parte porque muchas organizaciones carecen del talento preparado para integrar estas herramientas de forma estratégica. Este dato debería ser un llamado a la acción: formar capital humano especializado en IA debe ser una prioridad del Estado… y del mercado.
Colombia y la región ya empiezan a mostrar señales alentadoras. Una constelación de convocatorias como el programa de Talento Digital del MinTIC, AI4Youth y 1000 Mujeres AI (M1000AI) de Intel o la convocatoria Orquídeas de MinCiencias, sumadas a iniciativas privadas de formación como el Samsung Innovation Campus y competencias de robótica e IA aplicadas. Ya florecen, incluso, modelos empresariales como Coally o TalentPitch, plataformas de talento joven que usan inteligencia artificial para reducir el desempleo juvenil en Colombia. Hay potencial. Lo que falta es escala.
El sector privado tiene un rol clave, continuar invirtiendo en educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), pero también en programas que introduzcan a estudiantes de secundaria en fundamentos de IA, ciencia de datos y aprendizaje automático. Iniciativas como la de Ruta STEM+ van en esa dirección: conectar aulas con problemas del mundo real, integrando tecnología y contexto local.
Pero es clave recordar que formar en IA no es solo una cuestión técnica. Se trata también de dotar a los jóvenes de pensamiento crítico, visión ética y habilidades emprendedoras. La IA puede ser un catalizador para nuevos modelos de negocio alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero solo si quienes la desarrollan entienden su poder y su responsabilidad.
En 2017, una consulta abierta liderada por la Oficina Regional de Educación de la UNESCO ya lo anticipaba: los jóvenes de América Latina no quieren ser consumidores pasivos de tecnología, sino protagonistas de su transformación. Hoy, a solo cinco años del 2030, ese deseo debe convertirse en política pública, en estrategia empresarial y en acción educativa.
Formar talento joven en IA debe ser la nueva prioridad de América Latina. No se trata únicamente de “preparar” a los estudiantes para el futuro, sino de empoderarlos para que lo construyan. Porque el futuro, cuando se trata de IA, ya está aquí.